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Debemos perseguir todo aquello que proporciona la felicidad, pues cuando la felicidad está presente, lo tenemos todo; y cuando está ausente, hacemos todo para poseerla.
Y es el placer el principio y el objetivo de una vida feliz.
Ningún placer es malo en sí mismo, pero los medios de conseguir algunos placeres acarrean muchas veces problemas que son mayores que los placeres.
La prudencia nos enseña que es imposible vivir felizmente sin vivir de forma sabia, virtuosa y justa, y también que no podemos vivir de forma sabia, virtuosa y justa si no tememos una vida feliz.
El sabio no cree que el bien o el mal sea proporcionado por azar a la humanidad con objeto de tener una vida feliz, sino más bien que concede las oportunidades para un gran bien o un gran mal.
La forma más perfecta de obtener seguridad entre los hombres, que surge en cierta medida de un cierto poder, es alcanzar la seguridad que procede de la quietud interior.
Quien entiende los límites de la vida sabe cuán fácil es eliminar el dolor por la carencia y conseguir aquello que hace que la vida sea plena. En consecuencia, no necesita de nada que implique conflicto.
No debemos echar a perder nuestro estado presente anhelando aquello de lo que carecemos, sino comprender que también lo que ahora tenemos fue antes un deseo.
Si rechazas cualquier sensación y no distingues entre la opinión y la evidencia basada en los sentidos, los sentimientos y la intuición, harás que las sensaciones se pierdan en la confusión junto con tus opiniones estúpidas, privándote así de todo criterio.
De todas las cosas que la sabiduría ofrece para vivir la vida en felicidad , la más importante, con mucho, es la posesión de la Amistad.
Toda amistad es deseable por sí misma, pero empieza con la necesidad. Y para conseguirla es necesario correr riesgos.
La amistad danza alrededor del mundo exhortándonos a todos a despertar para dar gracias.
Al mismo tiempo debemos reír, filosofar, administrar nuestro hogar, cuidar nuestros asuntos privados y no cesar nunca de proclamar palabras nacidas de la filosofía verdadera.
Epicuro.